SI EL HOMBRE FUERA COMO EL
ÁRBOL DEL TACARIGUA
EL PLANETA TUVIERA INTERESES
DE SALVACIÓN.
El árbol llamado Tacarigua,
propio de nuestras regiones cálidas, es de porte alto y su copa extendida nos
regala en temporadas una floración blanca acampanada, cuya al estar madura y
exponerse a los fuertes radiaciones solares, estallan estrepitosamente,
emitiendo un sonido grave y muy particular de su vaina, cuya se parece a una
dinamita enjuncada en sus puntas.
La Tacarigua tiende a usar un
medio para expandirse y no extinguirse, esto le ha permitido a esta noble
planta extenderse en largos territorios, kilómetros tras kilómetros en manera
incontenible, su crecimiento se puede observar casi a nivel nacional (En Venezuela).
La Tacarigua usa su única arma
de extensión para sobrevivir, un paracaídas suave y aterciopelado que es
arrancado por el viento cuando la vaina estalla y se abre, el singular
paracaídas traslada la simiente del árbol de Tacarigua, una pequeña semilla,
cuya vuela planeando en las alas del viento para llegar tan lejos pueda, la
finalidad, no permitir el descenso de su especie, posibilitando su conquista,
ampliando y reguardando su territorio mas allá donde sea conveniente.
Cuando una árbol de Tacarigua
ve en su alto, no se siente solo, contempla
bullanguero a través de su fresca copa el amplio cielo y su firmamento, extendiendo
su suspirar a los cuatros vientos cardinales de la tierra para mirar a sus
hermanos en largas ringleras, como soldados acuartelados, listos para continuar
la batalla del ciclo de la vida, y sabe muy bien que su territorio está asegurado.
Si el ser humano fuera como el
árbol de Tacarigua, tuviéramos asegurado el futuro de la tierra hasta que Dios
decida.
Los arboles son el pulmón del
mundo, cuídalos, protégelos, ámalos, ellos necesitan de ti y tu de ellos para
hacer de la vida un espacio confortable para todos.
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