sábado

HECHIZO MORTAL



Personajes:
Augusto Monteverde
Alejandra Andalucía
Victoria San Sebastián


Escena I
Un bosque solitario, neblina y hojarascas del otoño revoloteando en el aire y sobre el piso árido del sotobosque.
En el fondo sonido de aguas y cantos de aves cantarinas, en la lejanía se oye el canto de un gavilán moteado.


En un tronco milenario de un samán se encuentra sentado Augusto, en la blanda alfombra de hojas esta semi recostada Alejandra… el ambiente se torna dulce y embelesado. 

Es de tarde y el sol amenaza con ocultarse en la densa plenitud del bosque forrado de mangles dulce, bambúes y pinos silvestres. 
Una rica fragancia a abedul se estira en el ambiente y una suave neblina comienza a pintar el panorama con una telaraña de cristal.

-Tengo frío murmura Alexandra y mira con tierna ternura a Augusto. 
Este la mira intensamente y sus pupilas parecen desprender chispas de fuego enloquecido… -¡te amo querida! lo dice y después suspira. ¿Tienes frio? Puedo remediar tu situación… si ¿no me digas y como piensas hacerlo?, el sonrío maliciosamente diciendo, como lo hace un hombre con una mujer, ¡ah si enséñame! Ella cerro sus ojos, abriendo sus labios algo coqueta y sensual.

Augusto hurgó en el bolsillo de su chamarra y saco un encendedor y dijo irrisorio: encendiendo un fuego querida mía. ¡Eres un sucio bastardo hijo de puuura cepa! 
Se levantó haciendo un gesto de enfado y se acurruca amorosa en sus brazos, él la abraza tiernamente y acariciándole el pelo la atrajo hacia sí, la besa tiernamente en sus labios sensuales y jugosos.

Una bandada de pájaros irrumpió el silencio y un viento lamido expandió la neblina entre ellos, ella gimió de frio y se abrazó más fuerte a Augusto.
-Mañana tengo que partir amor mío, no sé si ha de volver con vida, tu sabes cómo son las guerras, son actividades bélicas de vida o muerte.

Alejandra gimió como si una espada al rojo candente hubiese entrado en su corazón.
-Porque no te quedas conmigo, podemos abandonarlo todo y perdernos en las montañas, allí nada podrá encontrarnos, tu y yo solos hasta que la muerte nos separe.

-No puedo querida mía, no deseo estar escondido toda una vida ¿qué serian de nuestros hijos perdidos entre una selva? Y recuerda que desertar del ejército es muy peligroso, seré condenado como traidor a la patria y ejecutado sin previo aviso en el paredón.
Ella pego un gritito y se aferró más al pecho de su amado quien le acaricio el pelo y le beso las manos repetidamente, ella le correspondió el efecto.

-Ok. Te esperare aunque pasen cien años, tu sabes muy bien que te amo, que ya no puedo vivir si no estás, creeré ciegamente en tu promesa y tu confía ciego en la mía, seré fiel hasta la muerte.
-Igualmente mi Alejandra, mi corazón os pertenece, no podré compartirlo jamás con otra mujer, soy tuyo en cuerpo y vida.
-Te creo, somos como el sol y la luna, amantes eternos…
-Mañana partiré para la guerra pero volveré por ti 
-¡Dios te oiga mi vida!
Un beso prolongado de Augusto sella las últimas palabras surgida de la despedida melancólica de los labios de Alejandra.
Se cierra el telón



ESCENA II

Sale un letrerito que dice: 6 años después…

Una habitación semi oscura, decorada con una peinadora, variedades de flores, una ventanita por donde penetra una débil luz solar. En el centro de la sala una mesa, varios libros apiñados y cartas de Augusto.

Alejandra al abrir una de las cartas la ve extraña y más grande que las demás, un sobre rojo con incisiones, sellada su tapa con un lazo negro de augurios.
Al leer la carta recibe una negra noticia, Augusto Monteverde estaba residenciado en La Isla de Martinica y vivía con otra mujer.

Arrojo aquella mesa con violencia, libros y cartas rodaron juntos por el piso, tomo un florero y esparramo sus flores al aire y luego lo estrello contra la pared, se lanzó al suelo y lloro amargamente su pérdida, su corazón roto no pudo soportar tanto dolor y quedo inconsciente.
LA ESCENA SE OSCURECE (luego se enciende una luz amarillezca en forma gradual) (se oye el canto de gallos y pajarillos del bosque)
Al despertar había amanecido y el sol estaba en las alturas, se levantó como trastocada por el dolor y no soporto aquella angustia que le marchitaba el corazón partido, se acercó al dintel de la ventana y vomito su angustia, algo fulguro con violencia por su pensamiento y registro en sus emociones un rictus de venganza.

-Me vengare, dijo en voz alta totalmente enloquecida, me vengare de ella, el tendrá que volver conmigo, ¡él es mío!… y riendo como una bruja poseída por un demonio enloquecido, salió del pequeño cubículo.



Escena III

En el bosque una cabaña, enfrente se encuentra una anciana de días, “la señora oscura del bosque”.

El bosque esta oscuro y tétrico, una neblina densa cubre el ambiente, tornándolo misterioso y encantado. 
Cuando la bruja la vio Alejandra la reconoció, Alejandra era muy famosa en la comarca por su hermosura envidiable. ¡Hola hermosa Alejandra que te trae a mis manos. Ji, ji ,ji… 
Alexandra le narra su tragedia y la señora oscura del bosque le susurra en forma misteriosa: puedo darte un hechizo efectivo pero peligroso; Alejandra sin siquiera parpadear llena de odio y de ira incontrolable le grita: ¡lo que sea para vengarme mi señora! solo deseo con todo mi corazón que ella desaparezca del mapa.

La señora oscura del bosque la queda mirando detenidamente y sus ojos diabólicos parecen penetrar el alma de la joven, la bruja le expresa profundas palabras, mientras hace ademanes extraños con las manos: el hechizo hará que tu contrincante duerma para siempre, no podrá despertar, quedara como un vegetal viviente (carcajada)sin embargo bella damita… un suspenso silencioso abate el lugar, se escucha el canto de un búho lúgubre y un ave negra revolotea cerca de las mujeres para posarse en las cercanías, es un cuervo negro, su graznar es intenso y temeroso.

¿Sin embargo qué?, ¡hare lo que sea! ¡No importa ya! quisiera morir, este dolor me asesina…
La bruja continua: sin embargo, si ella llegase a morir en su profundo sueño, la acompañaras a su tumba (carcajada) morirás al instante que ella deje de existir, el hechizo te dará la fortuna de su amor y la lozanía de su vida, serás dueña de su existencia, ella quedara como una marioneta que tú manejaras a tu antojo. (Carcajada y tenebrosa) en el fondo se escuchan ayees y alaridos de dolor. Alexandra a pesar de su coraje de ira se asusta.
La bruja le entrega un extraño amuleto, un libro antiguo y una joya.



ESCENA IV

EN EL BOSQUE OSCURO 

Alexandra convoca su aquelarre y allí manifiesta la invocación del hechizo de muerte.



Escena V

Letrero dos años después

En un castillo abandonado se encuentran tres personas: Alexandra, Augusto y Victoria San Sebastián. 
Vestido de harapos, trastocado, entristecido, barbudo, inquieto y desolado está Augusto, observando detenidamente el cuerpo yacente de su amada pálida, inmóvil, hermosa, sin vida, un cadáver viviente.

Que hiciste Alejandra, ella era mi vida, yo te amaba y te prometí regresar, pero la conocí a ella y me arrebato mi corazón y mi alma. A ella La quise más que a mi existencia y puedo explicarte que de sol a sol di mi alma por poseerla, amarla para toda una eternidad, no sabes cuánto, no te imaginas lo que podía hacer por su amor.

Alejandra se aferra al cuerpo de Augusto, quería ser suya, adherirse a su piel y amarlo con desesperación y pasión incontrolada, sin embargo, la empuja con brusquedad, ella cae el suelo, siente que sus labios pegan contra el duro suelo y un hilillo de sangre ardiente y roja como ebullición de fuego brota de su boca, eso no la inmuta y con su cabellera esparramada en su rostro y hombros se arrastra hacia Augusto: ¿porque lo haces Augusto? ¡Tú sabes que te amo! moriría mil veces por ser nuevamente tuya, ¡te amo Augusto! ¿Porque lo hiciste, porque decidiste romper con tu promesa? ¿No sabes cuantas veces leí tu carta?

Lo sé Alejandra, pero dejé de amarte hace mucho tiempo atrás, ¿es que no entiendes? deje de amarte y no podre hacerlo otra vez jamás, lo que amo con todo mi ser esta como un cadáver viviente y solo deseo con toda mi alma marchita que regrese, que resucite, no entiendo que hice para merecer este mal.

¿No lo entiendes? Grita Alejandra desesperada, ¡tú me hiciste daño, me engañaste amor mío! quebraste mi esperanza como se quiebra un palillo chino, desgarraste sin piedad mis sueños, me quitaste los derechos de vivir feliz, de estar contigo, ¡me engañaste infiel!. ¡Porque, porque, porque!



Alejandra se aferra a los pies de augusto y este la arrastra enfurecido tratando de zafarse de aquel delirio de amor frenético. Cuando está cerca del cadáver de su amada se detiene y llorando desconsoladamente cae de rodillas, toma las manos de victoria san Sebastián, las besa inundándolas de lágrimas, la abraza, le besa en los labios y luego grita como enardecido mencionando su nombre. ¡XDios! ¿Qué he hecho para merecer esto? repetía alucinado, ido, enlazado por la pena y dolor.


Alexandra al ver esto le dice colérica: sabes lo hice por ti, porque te amo. El calla de súbito, la mira despectivamente y le pregunta alborozado y sorprendido: ¡hiciste que Alejandra? La toma por los hombros y la zarandea con violencia, el pelo se le alborota, ella baja el rostro y su hermoso rostro de ninfa encantada quedose forrado con su hermosa y brillante cabellera, la luna alumbra la escena dándole tinte azulado y lleno de misterio indefinido.


Alejandra lo empuja con violencia y sacando una daga se abalanza sobre el cuerpo de Victoria San Sebastián, incrustándole repetidamente en el pecho del cuerpo yacente, que se pinta de rojo manzana. La sangre salpica el rostro de Alexandra que ya no le importaba la vida, ella sabía que iba a morir, pensando que no tendría el amor de augusto quería desfallecer, desaparecer y con su muerte también caería la mujer que Augusto amaba, era su venganza.

Pensando esto vio angustiada que su pecho se abría en pedazos y sintió que la vida se le escapaba a borbotones de sus venas desgarradas por el hechizo, de su boca mano un espeso hilo de sangre purpura, abrió sus boca desmesuradamente, sus ojos blanquearon para caer con estrepito sobre el cuerpo de Victoria.

¡Noooo! Grito perturbado y sintiendo morir de dolor el confundido Augusto, corrió para abrazar a las dos damas sin vida, miro sus manos manchadas de sangre, los cuerpos inmóviles, y lloro amargamente su negra desgracia, lloro aquel trágico final y arrepintiéndose del daño que había hecho sacando el revólver que tenía en el cinto lo coloco en su sien y accionando el gatillo quistase su vida…

Una risa cavernosa se escuchó en el ambiente y varios gritos de espanto se escucharon en el fondo. Un pájaro negro revoleteo haciendo extrañas cabriolas y luego se posó sobre los cuerpos de las damas. Un canto triste se elevó en el espacio…



FIN




Autor:Eliad Jhosué

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