domingo

EL CAZADOR DE LA MONTAÑA


Una leyenda supersticiosa de la zona alta del municipio Cajigal en el Estado Sucre, al nororiente de Venezuela. Según la memoria oral de los habitantes de esa jurisdicción, cuentan que fue real y varios cazadores nocturnos fueron golpeados por esta sombra espectral que ellos denominaron "EL CAZADOR DE LA MONTAÑA, cuyo infundía temor y al parecer pegaba un grito que dejaba sordo a quien le oía de cerca.

La tarde moría maquiavélica, el sol agonizaba detrás de las bastas montañas tenebrosas y el canto de las aves dormían en espera del nuevo alba.
- Oye Compadre Demencio ya es tarde, llego la hora de prepara el campamento, tenemos que apresurarnos porque en estos días de solsticio desanda en estos lugares El cazador.
- Caray compa patricio, todavía cree usted. En esas cosas de superstición, eso que salto en el monte fue un Chaure, un sucio y pendejo Chaure,  si logro encontrarlo hoy le juro por mi madre que me lo echo al pico.
- Mire compadre con esas cosas no se juega, yo creo que es mejor persignarnos y rezar algunas oracioncitas, no sea que el bicho ese vuelva para acá y nos pierda entre el monte.
- Yo le voy a pedir un favor, no me siga contando esos cuentos chinos, te pareces a Venancio.
- Por San Juan compa, le estoy advirtiendo algo, usted Sabe, además no se le ocurra contestar el saludito ese.
-¡”Quiara”!
Un nuevo grito más espeluznante se barrio electrizante en el ambiente. Patricio miro aterrado a Demencio y presintió sus intenciones.
- Voy a seguir a ese Cazador que usted dice, quiero saber que animalejo salta tan alto, o quién sabe si fue un vuelo o un arrastre por el frio suelo.
- No se le ocurra, el cazador pierde a la gente y luego le hace maldad.
- Caramba, dejase de esa lavativa, usted como si tienen el cerebro zarataco
- No sea usted tan zorocho compadre Demencio,
- Recuerde amigo mío, se lo estoy advirtiendo.
- Vamos pues, no sea cobarde hombre.
- ¿Qué? Para allá no voy ni amarrado, conmigo no cuente para esa aventura, si quiere vaya solo, a mi no me conviene, se lo que me espera y con el demonio no se juega.
- Pareces la tripa e puerco con que hacen el chorizo, estas mas cagado que un palo de gallinero, ya verá lo que le hago a ese cazador, mañana no lo estaremos cenando en el rancho, se lo voy a entregar fresco a la vieja Tirsa para que me lo prepare con bastante ají y pimienta.
- No sabe lo que dice compa.
Patricio Hernández ve entristecido y lleno de terror como Demencio Martínez se perdía entre las penumbras del la selva montañosa, cabizbajo se dirigió paulatino y sigiloso a la cueva del santo, allí pasaría la noche acompañado por las crepitantes llamas de una pequeña fogata y rodeado por los sanguinosos anofeles pata blanca del paludismo.
Pasaron las horas nocturnas y patricio no podía conciliar el sueño, una densa oscuridad rodeaba la cueva y la pequeña fogata, expandía débil sus haces de luz entre el cálido refugio.
El incesante zumbido de los patas blanca en las orejas lo enloquecían y sus ojos vidriosos no se despegaban de la entrada de la cueva, esperando ver el cuerpo de su compañero de Caza.
Un ramalazo de escalofrío recorrió su espina dorsal, causando un electro show en sus nervios que se paralizaron al oír de nuevo el grito del Cazador.
Apretó contra su pecho la pajiza, largo rato quedo mirando las penumbras del valle y así quedo absorto, como hipnotizado, bulliendo de sus pensamientos quebradizos lo que le sucedería a su compadre, vomitando su imaginación supersticiosa quedo suspendido, hasta que el sueño se apodero de su voluntad y se quedo dormido.
Y de repente al amanecer sucedió lo inevitable, un grito aterrador se escurrió desgarrador en el silencio ignoto de la cueva.
Patricio despertó sobresaltado, se levantó como un resorte y saltó al exterior de aquel refugio de rocas, giro bruscamente su cabeza en varias direcciones, buscando afanado lo desconocido y de repente se volvió a repetir el grito una y otra vez, brotando de la espesura salvaje de los árboles en semi penumbra, de las rocas inamovibles y hasta de la misma tierra.
La sangre de Patricio se congeló por instantes en las venas, apretó el arma con fuerzas, se lleno de valor y se entremezcló temblando en la espesura verde, corrió despavorido con lágrimas en los ojos, sentía que le pesaban las botas montañeras, los pies y hasta los gruesos pantalones, busco huellas, algún destino incierto que lo llevara hasta aquellos gritos infernales y sintió miedo, un temor profundo que lo trasladaba hasta el aliento acérrimo de la muerte.
Un ave negra rondo sobre su cabeza, eso le pareció de mal agüero y más allá el canto de una Piscua silvestre retumbo en el alba, despertando como rayo de luz el ambiente campesino.
-¡El coño e tu madre!
Pronuncio Patricio al Pájaro, como queriendo espantar lo que provenía con enigmas de aquel ave supersticiosa, el cual le presagiaba con su canto lúgubre,  la muerte de un familiar o de alguien cercano. Corriendo de aquí y allá, dando zancadas, tropiezos, caídas, topetazos y cuando menos lo esperaba en medio del camino lo encontró, sangrante, herido, estropeado y desnudo.
-¡Compadre! ¿Qué le paso mi compaicito?
Trémulo y desconfiado a aquel cuadro macabro, se acercó a Demencio y tomándole en sus brazos lo montó en sus hombros y rápido se fue cuesta abajo con su carga humana en dirección al caserío de Gancho Seco, mientras su compadre moribundo le balbucea entrecortado.
- ¡Ay compadre! si yo le hubiese hecho caso eso no me hubiese pasado, era verdad lo que me dijo, era el mismísimo mandinga, si hubiese visto lo que me hizo.
- ¡Yo se lo conté mi compadre, yo se lo conté!
- ¡Ay mi compadre  llevarme a casa!, estoy jodido, estoy que me quemo, me estoy muriendo, llevarme a casa por favor, llevarme a casa mí compaicito… estoy reventado, todo el cuerpo me arde, me punza, me duele..
- Tranquilo que ya vamos para allá, pero ante tengo que llevarlo ante el curioso Pancho, él sabrá
que hacer para que le saque el espanto del cazador.
Desde esa ocasión, Demencio y Patricio no cazaron en lo que les quedo de existencia. Si alguna vez visitan a Gancho Seco de Yaguaraparo en Venezuela,  no se le ocurran salir de noche de Caza, dicen que Demencio Hernández desanda, buscando a quien cobrarle lo que le hizo una noche: “El Cazador de las Montañas”

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