domingo

EL RECUERDO DE JUAN VICENTE GOMEZ



EL RECUERDO DE JUAN VICENTE GÓMEZ
Hecho basado en la vida real
Los personajes usan el lenguaje coloquial de la época
Año: (1970)

Eran apenas las seis de la tarde, lluvia torrencial, el cielo permanecía forrado con un velo gris culebreado. En el pequeño pueblo de Gancho Seco se anegaban las calles con las lágrimas del cielo, matándolas en un légamo amarillezco.

Aquella tarde de tez de pizarra vieja, guarecía Julián bajo un frondoso Samán, árbol que la fuerte brisa parecía quebrarlo y hacia besar el suelo con sus ramas. Julián hurgaba con los pies, el légamo anaranjado y esperaba impaciente, sus rasgos jóvenes denotaban el sufrir más profundo, pálido y tembloroso se acariciaba el lampiño mentón y otras veces se acurrucaba entre sus propios brazos, como queriendo espantar el maldito frío que lo torturaba.

-¡Hey compadre Servelión que hace hay parao! buscando que le dé calentura, pase pa la casa hombre, ¡no esté hay de majadero!
-¡Tranquilo compaicito! es que estoy esperando aquí una cuestioncita, de esas que se nos meten hasta el tuétano de los huesos, yo no me meto en su casa ni amarrao, venga viento, salga sapo o salga rana o venga lo que sea.
-Mire compadre, mire que enenantico se murió Venancio entiesao por tá haciendo malos desarreglos, déjese de esas tonterías que ya uste es mayorcito. ¡Venga! pase pa ca, no joda tanto, aquí le tengo un cafecito con leche bien calientito y sabroso.
-No se apure ¡que caracha! cierre su puerta y su ventana, yo voy horita pa’ ya, uté sabe, déjeme solo y con Dio.
¡Virgen Purísima!

-Arcadio cierra la puerta. Julián se queda ensimismado, inmóvil, recostado del tronco del frondoso samán, recordando las palabras de sus congéneres.
Mire compaicito venga pa mi casa, allí le puede partir un rayo la cabeza, salgase de ahí.

-No sea tonto mi compay, yo estoy aquí esperando una cuestioncita, no es pa tanto.

Inclino el rostro y fue resbalando paulatino sobre la corteza áspera del samán hasta caer sentado en el barro. Sentado en la tierra mojada hundió el rostro escondiéndole entre las piernas, no sintió el escalofrío del hambre, el latigazo del frío, ni la garra del tiempo hurgar en sus entrañas, traspasándole el estomago de lado a lado.

Unas lágrimas díscolas rodaron amargas por sus mejillas que se confundieron rebeldes con la lluvia y después bailaban alborozadas penetrando suave en el cieno turbulento; sus delgados y ágiles dedos aprisionaron la carne y las uñas, desgarrando piel hasta hacerse sangre.

levantó el rostro enloquecido y un grito infrahumano, como de un demonio encadenado surgió de su garganta, cuya sonoridad fue apagada por el fragor incesante de la lluvia y del fulgor de los truenos y rayos lejanos; luego otro alarido, otro y otro más hasta quedar callado, en silencio, su mirada lejana, dulce y noble se transformo en diabólica y demente, un cúmulo de celos se abatió sobre Julián, el hombre de los ojos azules se apoderaba criminal de los pensamientos alborotados de Julian, rompiendo la barrera de sus sueños y en la ilusión en su querida, en un otrora había creído en su querer  invencible.

Llego la noche sibilante como serpiente que ataca silenciosa, su oscuro veneno pinto de negro el panorama mientras el firmamento develaba una luna  golpeada por los densos nubarrones.
Se disipó la tormenta y con la despedida tormentosa reingreso la larga cabellera lechosa y transparente de la luna, escampó de súbito y los gallos volvieron a elevar sus cantos afinados, sin embargo, Julián permanecía en el mismo lugar, esperaba impaciente, entre sus lágrimas entumecidas, casi congeladas y sus manos aferradas a la carne destrozada.

Se encendieron los mechones y como espadas de luz ámbar se tendieron en los porches y en las calzadas.  Un minúsculo rayito de luz nocturna le acaricio el degradado rostro, entristecido sonrió, su helada sonrisa broto mustia de sus labios morados e inexpresivos, se arregló el sombrero, luego se levanto paulatino, ominoso se estremeció al sentir el frío, se terció el mapire donde siempre guardaba aquel viejo revolver, un recuerdo o herencia que le había otorgado  el tío Eswits, y a su tío se lo había regalado Juan Vicente Gómez, cuando trabajaba como Comisario General en Yaguaraparo. Un 28 de diciembre, dos días antes de fallecer, el tío Eswits se lo había regalado con unas palabras.

-Mijo, yo me voy a morí, pero espero que conserves esto que te estoy dando, es como si te lo estuviese dando Juan Vicente Gómez, es su recuerdo.

Lo extrajo del mapire desenvolviéndole de un harapo, lo beso ceremoniosamente, se persigno con la mirilla de la boca oscura del cañón, lo amartillo repetidas veces y le saco brillo con los dedos.  Sorprendido por el acto improvisado que hacía, observo nervioso a los lados, como si temiera que alguien lo estuviera mirando y ocultó el arma con ligereza.

Comenzó a caminar arrastrando los pies, sin importarle el lodo y los excrementos de los animales domésticos. Una manada de perros correcalles comenzaron a ladrar y a gruñirle.

El camino distante, voraz en locuras tenebrosas y recuerdos locos como gusanera en el estomago, lo devoro, su figura borrosa se fugó entre los densos cañaverales rumbo a su rancho, el cual se localizaba en las adyacencias de las haciendas de su patrón.

Julián tenía tres meses residenciado en “Yaguaraparo” las razones eran oscuras, había asesinado a un malandro en la Capital y estaba huyendo, se había traído a Flor García, era hermosa, procedente de la “ciudad del Otro Lado de la Frontera Colombiana.

Julián mientras caminaba atrapado por el hombre de los ojos azules (celos), recordaba profundamente y con ira las palabras de su hermano Francisco:

-Pero como yo soy tu hermano y salimos de la mismita cepa te voy a soltar el cuento, yo no sé si en verdad son ciertos los rumores pero cuando el río truena, es porque piedras trae. Hace una semana que eso esta regao poalli, por todas parte mi hermanito de sangre, por todas partes…

Y así con pensamientos mil sucumbiendo ante una diabólica paranoia sudaba a chorros.

En la distancia se escuchaba el ladrar de los perros correcalles, el canto del aguaitacamino y del Chaure (Búho) presagiando el final de un desenlace infiel…

Silenciosa pasaba la noche cuando retumbaron cerca de las hacienda del patrón de Julian cinco disparos,  retumbaron una y otro vez en los pensamientos de los lugareños y en el eco de las montañas, un sexto disparo alerto la curiosidad de los pobladores, un silencio de muerte repentina con olor acre, sangre y pólvora se extendieron con horror en el caserío…

El fin fin dejo oír su augurio de muerte y en las altas cúspides de los arboles humedecidos, la Piscua también pronosticaba la muerte Julián había inventado un viaje esa tarde.

-A Gueno muje yo voy pale mi hermanito José morales, voy a pasar dos día poallá en su casa, voy vé si él me arreglo lo de la otra vé, así que me preparas alguna ropita que me voy en la tarde dioi.

Al llegar a su rancho sigiloso, silencioso y precavido se allegó hasta la habitación, allí los encontró enlazados vestidos con el traje de Adán, embriagados de pasión frenética, la infiel gozaba con su nuevo macho, hundida abrasiva entre su pecado adultero. La furia de Julian impulso el ultimo vomitó de fuego del viejo artilugio. Julian no sufriría mas el despecho y la ignominia de su mujer, el último disparo lo enterró en su corazón.

Un grito de espanto y desconcierto oscilante, barrió esa madrugada en un día dominguero de pascua, las calles del pueblo mortecino.

Eliad Jhosué Villarroel

No hay comentarios: